Ahora que seguramente le estáis cogiendo el ritmo al nuevo curso, os quiero contar un cuento que os ayudará a desarrollar vuestra propia opinión sobre lo que aprendáis. ¿Recordáis que siempre nos han dicho que el plástico es fantástico y ahora sabemos que no beneficia nada al planeta? ¡Pues por eso no podemos hacer caso de todo lo que nos dice! Y el cuento de la Ratita Presumida me parece un acierto, ya que tanto a ella como a mí nos encanta adornarnos el pelo, ¡pero las apariencias engañan! ¿Os lo han contado alguna vez?
Qué nos dice el cuento de La Ratita Presumida
Cuenta la historia que Florinda, la Ratita Presumida, vivía en la ciudad y siempre tenía su casa limpia y recogida. Le gustaba llenarla de flores para que oliera bien, y acostumbraba a colocarse alguna de esas flores en el pelo.
Un día, barriendo la entrada, se encontró una moneda. Sorprendida, pero contenta con su hallazgo, comenzó a pensar en qué podría gastarla. Primero pensó en unos caramelos, pero el azúcar no es muy saludable. Luego pensó en unos alfileres, y finalmente se decidió por una cinta con la que haría lazos para su pelo y su cola.
Con ellos, se fue a dar un paseo por la ciudad, y quienes la veían en seguida se apresuraban a decirle lo guapa que estaba y a pedirle matrimonio. Como por ejemplo, el señor burro:
- ¡Oh qué guapa estás! ¿Querrás casarte conmigo?
- ¿Y cómo harás por las noches?, dijo ella.
- ¡Hi- hooo! ¡Hi-hooo!
- ¡Ay no! Con ese ruido tan fuerte no podré dormir.
También el gallo probó suerte.
- ¿Te casarás conmigo, bella Ratita?
- ¿Y cómo harás por las noches?
- De noche dormiré tranquilo, pero apenas salga el sol avisaré a todo el pueblo, ¡kiiiikirikiiii!
- ¿Tan temprano? ¡Así no podré descansar!
Poco después se cruzó con un pequeño ratón como ella, pero cansada, no le prestó atención. Sin embargo, al dulce gato que por allí se encontraba sí, que tras prometerle dulces maullidos cada mañana, la invitó al parque a un picnic. Cuando llegaron y Florinda fue a sacar la comida descubrió que la cesta estaba vacía, ya que la intención del gato era comérsela a ella.
Pero el ratón, que era muy listo, les había seguido y no dudó un momento en prender fuego en un palo para espantar al gato.
- ¡Oh gracias, ratoncito! ¡Te estoy muy agradecida!
- ¿Te casarás conmigo?, respondió el ratón.
- ¿Y cómo harás por las noches?
- ¡Dormir y callar!
- ¡Entonces sí!
Y así, se casaron y vivieron felices.
Qué podemos aprender de esta historia
Si me recordáis, sabréis que a mí, Petra, lo que más me gusta en el mundo es aprender cosas nuevas, como soy hija del fuego, ¡siempre tengo chispa! Y aunque también me encantan los peinados y los adornos en el pelo, me han surgido varias dudas con este cuento y quiero compartirlas porque os ayudarán a reflexionar.
En primer lugar, no sé de qué trabaja Florinda, ¡pero yo de mayor quiero ser arquitecta y diseñar casas sostenibles ecológicamente que ayuden a nuestra amiga la naturaleza! ¡No sé si tendré tiempo para estar todo el día limpiando como dicen en muchos cuentos! ¿Vosotras qué queréis ser de mayores? ¿Abogadas? ¿Empresarias? ¿Escritoras? ¡Hay tantas posibilidades!
Además, tampoco sé si quiero tener marido, ¿por qué su día transcurre buscando uno? ¡Aún somos muy jóvenes para estar pensando en eso! Y lo peor de todo, es que no entiendo por qué esos hombres le van diciendo comentarios por la calle. ¡A mí me incomodaría muchísimo!
Y por último, ¿no creéis que si el ratón decide ayudarla, no debería estar esperando algo a cambio por el favor? Un error muy grande que solemos cometer es el de las expectativas. Si alguien es amable, ¡hay que dar las gracias! Pero eso no significa que estemos en la obligación de dar algo más.